martes, 20 de enero de 2009

Aniversarios I

Las cosechas de vino varían de calidad de año en año, lo que viene determinado en gran medida por la cantidad de sol y de nubosidad de la estación, la temperatura, la humedad y un sin fin de otras variables que afectan a las uvas y entre las que se incluye cuándo se tomó la decisión de cosechar. Por eso, un vino de un año puede ser exquisito, y el del año siguiente una catástrofe.

No me había dado cuenta hasta ahora de que 1959 (se cumplen ahora 50 años) produjo sin duda la mejor cosecha de discos de jazz en toda la historia, fue el año cumbre y decisivo del género. Recapitulemos: La conjunción de Miles Davis y Gil Evans había conducido justo una década antes al nacimiento del Cool, que se convirtió durante un tiempo en el estilo dominante. Sin embargo, no tardó en surgir un grupo de músicos, conducidos por Art Blakey, Sonny Rollins y Horace Silver, que despreciaban los amaneramientos de lo que ellos consideraban una música meliflua para chicos blancos de la Costa Oeste, una traición al áspero Bebop de Gillespie y Parker (hay una anécdota según la cual Charlie Parker respondió a la pregunta sobre el origen del término Bebop que era el sonido de la porra de un policía contra el cráneo de un negro). Este grupo de músicos eran en su totalidad negros, provenían de la Costa Este (su centro era Nueva York) y desarrollaron el estilo que bautizaron como Hard Bop, arraigado en la cultura negra, beligerante y nada delicado.

En 1959 murieron Billie Holiday (la chica mala del jazz, drogadicta, alcohólica y autodestructiva, la némesis de Ella Fitzgerald y para muchos la mejor cantante de jazz de la historia, pues cuando ella cantaba la música no se oía, sino que se sentía) y Lester Young, junto a Coleman Hawkins el modelo y paradigma a seguir para casi todos los saxofonistas de la década de los 60. Los dos habían trabajado juntos, luego habían tenido desavenencias, y dieron su último suspiro el mismo año.

Es justo en ese momento cuando ven la luz los siguientes discos:

1. Kind of blue, de Miles Davis.

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El disco de jazz más vendido de la historia, calificado por muchos críticos como el mejor disco de jazz. El genial, intranquilo, innovador, cerebral Davis, el inventor del Cool, siempre en proceso de reinvención, superaba su propuesta de 1949 con esta magnífica grabación que cuenta con un personal insuperable: Cannonball Adderley en el contralto, John Coltrane en el tenor, Wynton Kelly y Bill Evans en el piano, Paul Chambers, su bajista de toda la vida y el baterista Jimmy Cobb. Es decir, contrató a los músicos más talentosos entre aquellos que se habían hartado del Cool. Davis había leído el tratado (publicado en 1953) de George Russell sobre las escalas modales y su aplicación al jazz como alternativa a las relaciones de acordes mayores y menores, y fruto de su lectura surgió esta música de estructuras armónicas complejas que rompen definitivamente cualquier relación con el Swing de los años 30 y 40. Evans, discípulo de Russell, abandonó la grabación a medias para producir su propio disco (ver más adelante). Las improvisaciones de Davis y sus músicos abandonan el centro tonal, las progresiones armónicas abandonan casi por completo el retorno a la tónica como recurso para producir la sensación de resolución. Se trata de un lenguaje nuevo, más sofisticado que la blue note, expresivo, desgarrador. Todas las canciones son obras maestras, pero So what y All Blues ya rayan en lo divino.

Mientras que el enfoque de Davis resulta radical desde el punto de vista más racional de la aplicación de la teoría musical, en 1959 se publica otro disco que revoluciona el jazz doblemente, en lo visceral y lo histórico:

2. Mingus Ah Um, de Charlie Mingus

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Charlie Mingus era verdaderamente un tipo peculiar: El Angry Man del jazz era capaz de caerle a golpes a sus músicos si no tocaban como él lo deseaba, de titular a este disco Mingus Ah Um en referencia a la declinación latina del nominativo singular de  Magnus – a – um (me pregunto cuánta gente habrá entendido el chiste), o de declarar que su contenido era “un amplio tributo a los ancestros”, de acuerdo a la tradición animista africana. Aquí Mingus se libera de cualquier adherencia a un estilo y funda el suyo propio. Todas las características de la obra posterior del genial contrabajista ya se observan aquí: La profunda espiritualidad, su compleja manera de relacionar los aspectos cognitivos e inconscientes de la personalidad humana, el sentido del humor, el interés por la música bailable, la conciencia histórica del jazz, la anarquía, la polisemia, el ajuste de cuentas. Este último aspecto es evidente en por lo menos cuatro piezas, Open letter to Duke (un tributo a Duke Ellington), Jelly Roll (que hace referencia a Jelly Roll Morton), Bird calls (a Charlie Parker) y Good Bye Pork Pie Hat (lamento por la muerte del amigo Lester Young, quien siempre utilizaba este sombrero). Estas piezas revelan que el jazz se ha convertido en un género definido, con consciencia de su propia historia, un descubrimiento que indefectiblemente alterará su posterior desarrollo. Estas canciones son la sentencia de muerte del Hot Jazz y del Swing (justo a finales de los 50, cuando se insinuaba un movimiento de revival destinado a audiencias conservadoras y blancas, que se horrorizaban ante esta nueva música negra, caótica  y degenerada). Pero quizá la mejor pieza sea Better Get Hit In Yo’ Soulblues con predicador incluido, basada en un spiritual que oyó en su infancia y en la que parece desafiar a los oyentes a sentir más que a oír. Los discos posteriores de Mingus profundizan estas búsquedas, pero en ninguno se alcanza un equilibrio de intenciones tan patente en el que nos ocupa. Otra obra maestra, jazz en estado puro.

El Cool, el Swing, el Hot… Estos géneros sufrieron fuertes reveses después de los dos discos descritos. Pero el Bebop tampoco saldría indemne del crucial año de 1959…

3. Giant Steps, de John Coltrane

John Coltrane - Giant Steps

Otra obra maestra absoluta, un auténtico “paso de gigante” en la evolución del jazz. Con esta grabación el Hard Bop alcanza la madurez y su expresión definitiva. Coltrane, un músico tan perfeccionista que siempre estaba poniendo en duda sus capacidades, se sentía insatisfecho con su música y dedicaba varias horas cada día a hacer escalas, por primera vez se lanza con un disco donde todos los temas son suyos. Aquí podemos escuchar a la perfección ese fraseo tan característico de Coltrane, conocido como sheets of sound. El disco es un ejercicio de virtuosismo musical sin par, con solos cuidados, orgánicos, exigentes. Coltrane también abandona aquí definitivamente la tonalidad por la modalidad. Para mí, la mejor pieza es sin duda Naima, una balada romántica dedicada a su entonces esposa que enseguida se convirtió en un standard. Aunque la trayectoria posterior de Coltrane hacia el Post-Bop modal y el Free Jazz resulta menos accesible, en Giant Steps nos encontramos al músico en la encrucijada, tomando impulso para lo que vendría después.

4. The shape of jazz to come, de Ornette Coleman.

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Precisamente de eso trata esta grabación de 1959, titulada a modo de paráfrasis visionaria de la novela de H.G. Wells, y fundadora del Free Jazz de vanguardia. Y resulta paradójico que, mientras que Davis, Mingus y Coltrane realizaban un esfuerzo por crear un jazz nuevo, pero coherente en cuanto a sonido y estructura, Coleman grabara este disco que, según los críticos de la época, “asesinó al jazz” o “era igual al ruido producido por los animales en un granero”. Mientras que los primeros abandonaban la tonalidad por la modalidad, Coleman iba aún más lejos y se liberaba de la métrica rítmica y de la progresión armónica (y del piano), aunque logrando mantener el swing en el proceso. Las canciones comienzan con una melodía que parece convencional, luego siguen varios minutos de improvisación libre (a veces son varios instrumentos simultáneamente) y finalmente se vuelve a oír la melodía inicial. Como si hubiera llevado las improvisaciones de modales de Davis todavía más lejos, ¡en el mismo año! Un disco provocador, que cambió al jazz para siempre abriendo nuevos senderos que nadie consideraba posibles. Coleman buscaba que sus músicos se olvidaran de las reglas y se concentraran sólo en tocar, y una distendida alegría se percibe al oírlo, especialmente en piezas como Peace o Lonely Woman. Aunque el Free Jazz también evolucionó, y en comparación con discos posteriores (como A Love Supreme, la compleja obra del mismo Coltrane) suena todavía incipiente y casi hasta tradicional, no se debe olvidar la revolución que supuso en su momento.

Mientras que en estos cuatro discos uno podría interpretar un propósito modernista, de revolución y renovación a través de la destrucción o invalidación de los estilos anteriores, esta historia no termina aquí, porque otro músico todavía encontraría otra vía distinta, postmodernista, para innovar en el jazz.

5. Time Out, de Dave Brubeck.

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Aquí vale todo. El disco es célebre por su empleo de ritmos complejos, como el 9/8 en Rondo a la Turk (que toma prestado de una danza turca conocida como zeybek) o el 5/4 del tema  sumamente célebre Take Five. El alejamiento del 4/4, el típico ritmo con el swing característico del jazz, y la búsqueda de inspiración en las culturas musicales de otros países como Turquía y la India (pero también en la tradición europea)sembraron las bases del estilo que posteriormente se denominaría Jazz Fusión. La música a veces suena a jazz clásico, otras veces innovadora, en ocasiones se producen contrapuntos que invocan al siglo XVIII, luego se retorna al 4/4, se encuentran chistes y citas musicales, etc. Un collage delicioso y bien balanceado, fácil de oír y diferir y perfecto para disfrutar. Tal vez el hecho de que Brubeck fuera blanco, y no tuviera que confrontar aspectos políticos o raciales ni considerar que cada nota debía a la vez ser una declaración de principios, le haya permitido trabajar relajadamente y concebir una obra tan ecléctica y agradable. Fue un disco muy vendido (que hizo a Brubeck millonario), y los resultados de su popularidad se pueden apreciar cada vez que entramos a un café y escuchamos jazz suave de fondo.

Todavía considero que dos discos que aparecieron este año son dignos de mención:

6. Portrait in jazz, de Bill Evans

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Precisamente se trata del Bill Evans que dejó colgado a Miles Davis, y que abandonó la grabación de Kind of Blue para irse a grabar su propio disco. Aunque no apunta tan alto como los cinco discos antes descritos, Portrait in Jazz también cambió la dirección del jazz (así que valió la pena el desplante). Su personal es reducido: Bill Evans en el piano, un enorme Scott LaFaro en el contrabajo y la batería de Paul Motian. Aunque el trío de jazz como formación fija ya era habitual, hasta ahora el piano siempre había sido la estrella, mientras que los otros dos miembros se limitaban a acompañar. Pero aquí tanto el contrabajo como la batería adquieren la condición de instrumentos principales, y el resultado es esta forma colectiva, democrática, experimental, de hacer una música que resulta fascinante. Sin duda constituye el logro más acabado de Evans y es una delicia. Las piezas son en su mayoría standards, y entre ellas destacan el rítmico y dinámico  Autumn Leaves, así como las hechizantes versiones de Spring is Here y Blue in Green.

7. Cannonball Adderley Quintet in Chicago, de Cannonball Adderley.

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Vale la pena detallar la formación de este disco: Exactamente el mismo personal que el sexteto de Miles Davis en A Kind of Blue, menos el líder. Pero este disco de la banda acompañante de Davis sin Davis no tiene nada que ver con el anterior. Nada de modalidades ni experimentos. Uno se pregunta cómo un único miembro puede haber operado un cambio tan enorme, al fin y al cabo seguimos en 1959. La banda entera se encontraba en Chicago, pero el líder no pudo/no quiso (no lo sé)  participar y la grabación se llevó a cabo sin él. ¿Fue por divertirse que grabaron un disco de Bebop en el mejor estilo de Charlie Parker? Aquí el término que mejor describe los seis números del disco es sinergia y virtuosismo, especialmente entre los saxos, el contralto de Adderley (su concepción del jazz, aunque también anti Cool, era más despreocupada y lúdica; de hecho, se trata de uno de los abuelos del funk)  y el tenor de Coltrane (en realidad, el título original del disco era Cannonball and Coltrane). El conjunto es mucho más que la suma de las partes. Cada personalidad reta y estimula a la contraparte. No se nota en absoluto la ausencia de la trompeta. Mientras que el solo de Coltrane en Limehouse Blues lo deja a uno sin aliento, el lirismo de Adderley desborda en la balada Stars Fell on Alabama. Los solos de suceden sin tregua en este fantástico mano a mano de dos artistas en un excelente momento de sus carreras. Un brillante homenaje al moribundo estilo del Bebop, que representa de algún modo el brillante pasado del género.

Conclusión: Me parece casi milagroso que, dentro de la historia estética de un género artístico, se produzca tal conglomerado de contenidos y fecundidad en un mismo momento como sucedió en 1959 en el jazz: El homenaje a las formas antiguas, la toma de conciencia de su evolución, el replanteamiento del arte según diversos puntos de vista y las obras germinales de prácticamente todos los estilos que habrían de aparecer durante los próximos 50 años.  Todo al mismo tiempo. Eran gigantes, que crearon una música increíble. Como para celebrarlo ahora, 50 años después, oyendo y reoyendo estos discos, bebiendo un vino de alguna excelente cosecha, en buena compañía.

1 comentario:

grossomodo dijo...

que bueno que volviste, te veo muy aplicado y enciclopédico. será la paternidad?
besitos

oye porque no me mandas la foto del header al correo y te lo diseño mejor (las letras rojas no se leen sobre el fondo sepia) y un autor de tu categoría se merece una página que esté diseñada a su altura...