martes, 20 de enero de 2009

Comentario: Canciones que me enseñó mi madre

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Empezaré de modo irrespetuoso pero cierto: Debo a la conjunción de un link y un niño el descubrimiento de este maravilloso CD. A Magdalena Kožená la conocía a través de sus grabaciones de unas óperas y oratorios de Vivaldi grabados hará una década, y aunque ópticamente me pareció muy atractiva (vamos, que es muy guapa, no se trata de tu típica mezzo de 150 Kg de peso que se viste con una cortina, algo que ella sabe y aprovecha) desde el punto de vista musical me pareció apenas correcta, y recuerdo haber pensado que se había lanzado demasiado pronto al público, que le faltaba madurez, que su voz adolecía de naturalidad (les pasa a muchos cantantes de música antigua que se adaptan a la moda de la interpretación histórica). No sé si es que ahora se trata de un repertorio mucho más próximo a ella o si es que su desarrollo artístico ha continuado, pero esta grabación me parece excepcional. En realidad llegué a ella buscando obras de Janacek (compositor a quien cada vez aprecio más), a la vez que canciones de cuna para mi hijo. Según cuenta ella misma en el booklet, aunque su madre no es cantante profesional, solía cantarle todo el tiempo; parece que la buena señora disponía de una memoria excepcional y dominaba un repertorio poco conocido en Occidente. De hecho eso fue lo que me animó a hacerme con el CD, las obras de Eben, Novák, Rösler o Schulhoff (a quienes no conocía de nada), junto a las mencionadas de Janacek y las de Martinu y Dvorak (una canción de este compositor da nombre, apropiadamente, al CD). Todas canciones checas basadas en la música popular de Bohemia o Moravia. Kožená (que nació en Brno) logra un tono cálido, maduro e íntimo en todos los tracks, pero especialmente me gustaron las canciones acompañadas de guitarra de Petr Eben, un superviviente de Buchenwald y (según me desayuno) uno de los compositores más célebres de la República Checa. Creo que esta grabación podría emplearse como demostración de que las cosas más sencillas son a la vez las más bellas y las más difíciles de alcanzar. La voz, generosa, natural y casi sin impostación, apenas acompañada de un instrumento, la música a veces una nana, otras divertida o melancólica, no hace falta nada más. De hecho, al oírla tuve que pensar de inmediato en Anne Sofie von Otter, su ilustre predecesora.

Conclusión: La madre de Magdalena hizo una labor encomiable, su hija canta divinamente. Ahora me quedo con la duda de cuáles canciones deberé enseñarle a mi hijo. Le canto de todo, desde la Pulga y el piojo hasta el Winterreise, pasando por Joni Mitchell…

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